domingo, 10 de octubre de 2010

Mis botas de siete leguas...


Hoy me he calzado
mis botas de siete leguas,
he salido a la calle
y ahora me traen y me llevan,
como cualquier viento,
agitando una veleta,
como cualquier marea,
que azota tanta piedra.

Correr sin haber aprendido a caminar
demasiado veloz,
demasiado fugaz,
demasiado descontrol,
para el que pronto quiere el fin alcanzar.

Llego y vuelvo,
vuelvo y llego,
dejando atrás mis pasos,
mirándolos,
me entretengo.

Pero la mar ya borra las huellas
de siete pasos por cada legua,
sigo andando,
sigo a ver dónde me lleva,
porque seguro será,
mejor de lo que creo y me espera,
seguro será,
como el beso fresco que se crea,
con el sabor de la hierbabuena.

No me pises las botas
que tan lejos me llevan,
no me las quites por favor,
no me las quites que no llego al sol.

Con ellas, ahora, limpias y relucientes
por un camino polvoriento
por el que cruzo y casi ni me entero
avanzando como el cuento
hasta completar
los mil y un pasos
de la meta grabada a fuego,
buen comienzo...
sin duda alguna,
el comienzo de nuevo es lo primero.



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